viernes, 22 de octubre de 2010

POR QUÉ UN PRÍNCIPE DE ASTURIAS MERMADO

          En tiempos de crisis ofrecer estampas que alivien el abatimiento de la sociedad merecen el reconocimiento de los ámbitos que marcan el universo que nos acoge. Cuando el fútbol ha conseguido minimizar el desaliento de la casi totalidad de un país inmerso en una crisis de valores, los que demonizaron lo que en su tiempo fue considerado “opio” del pueblo por el fanatismo irracional que, según este colectivo, guía a los “futboleros”  quedan anacrónicos.
         España ha superado ese rechazo que durante décadas alardeaban los intelectuales sobre el fútbol y con el reconocimiento del Premio Príncipe de Asturias, el deporte del balompié adquiere el cariz que se otorga a los espectáculos que adquieren la categoría de arte. Hoy nadie duda que todo cuanto envuelve al fútbol dispone de una grandilocuencia que lo convierte en algo más que un deporte, más que un espectáculo, más que un negocio.
           Por esa razón, que la selección campeona del mundo reciba el Príncipe de Asturias del deporte 2010 supone dignificar al factor de ocio que más aglutina a millones de personas en todo el planeta.
             La absurda discusión sobre la presencia de tal o cual jugador en Oviedo para recibir el galardón supone una insignificancia para lo que representa testimonialmente la adjudicación del premio. Es cierto que un viernes víspera de partido muchos futbolistas que deberían y merecen estar en una foto histórica no van a poder estar pero este circo es así, y el jurado que otorgó el premio era consciente de ello. Por eso mañana no debería importar quién esté en la foto con los Príncipes en el Teatro Campoamor. Con la presencia del entrenador y el capitán simbólicamente el colectivo está suficientemente  bien representado, más bien casi hubiera sido mejor esa imagen del técnico y el capitán o capitanes con el galardón que una fotografía donde estarán algunos pero faltarán muchos de los 23 campeones del mundo de Sudáfrica.
           Hubiera sido una solución que no habría provocado la algarabía y el debate que se ha creado en relación a la presencia de éste o aquél, a las declaraciones de Guardiola o Mourinho, en parte, porque yo creo que el reconocimiento que se le ofrece a la selección española ha de ser al trabajo de un grupo y un equipo y, a veces, el simbolismo, aquí cuenta. El problema es que hay precedentes. El mismo título al combinado nacional de básket permitió ver de traje a toda la plantilla de baloncesto campeona del mundo; pero no siempre las coyunturas son igual y, que quieren que les diga, mejor una foto con los símbolos de la selección campeona del mundo que una imagen donde aparecerá una alineación de sólo nueve futbolistas...pobre muy pobre. Insisto mejor una representación simbólica que no una estampa tan mermada que ya ha abierto debates y que esperemos no creen brechas.

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