lunes, 31 de octubre de 2011

¿ES EL RIESGO INHERENTE A LA VIDA O HAY VIDAS QUE SÓLO SE DISFRUTAN DESDE EL RIESGO?

          La gente de la mar siempre ha dignificado la profesión de quien coquetea con la parca, el objetivo es no sucumbir ante los peligros naturales. En la tauromaquia es precisamente ese tonteo con la posibilidad de encontrar la muerte lo que dota de sentido la emoción de lo que, muchos definen como “arte del toreo”. En el deporte, el peligro que entrañan la práctica de modalidades como el montañismo también acarician el riesgo para dotarla de una innegable emoción y un deseo de aventura que diseñan una personalidad, cuando menos singular.
       Otros, mal denominados deportes, como el motociclismo  o el automovilismo se revisten de un alarmismo e inseguridad innecesaria. No deberían idolatrarse vidas que sólo encuentran significado tras aceptar el riesgo inherente de convivir con el peligro de forma permanente.
           Es inconcebible que una de las causas de muerte más altas en el país entre los adolescentes (accidente de moto), se encumbre entre jóvenes, muchos de ellos imberbes, que asumen el rol de simples iconos publicitarios para convertirse en tremendistas y vivir su aventura sin la premisa del alto porcentaje de accidente y contingencia que puede originar una fatalidad irreversible.
          La muerte de Marco Simoncelli ha exacerbado lo que, mientras para unos es un espectáculo, para otros es un hobby demasiado arriesgado. Correr embutido en un mono con sólo el protector de un casco a velocidades que superan los 250 km./h. es una temeridad.
           Cada vez la edad media de los pilotos es más tempranera, un dato que lejos de congratular debería alzar las alarmas  y levantar la alarma social. No es deporte aquel donde la destreza en manejar una máquina. Ello significa aceptar que el triunfo depende más de la tecnología que del esfuerzo del hombre.
         El colectivo “motero” rechaza de pleno esta argumentación, pero sí enarbolan banderas de protección ante las autoridades ante fatalismos como la muerte del piloto italiano. “Quemar goma o rugir el motor son algunas de las expresiones de quienes, tal vez, de forma inconsciente, quieren ejemplarizar lo que definen como forma de vida.
         Dice Serrat que “cada quien es cada cual y baja las escaleras como quiere”. Perfecto, pero yo, puesto a escoger, prefiero aplaudir lo conseguido tras un buen esfuerzo físico antes que una modalidad deportiva que principalmente juega con la rebeldía de jóvenes adolescentes por intereses únicamente económicos.

domingo, 23 de octubre de 2011

DE CÓMO EL CAMBIO SOCIAL HA MATADO EL ESPÍRITU PERIODÍSTICO

           Querer analizar la realidad sin perspectiva histórica supone renunciar a la memoria que habría de prevalecer para construir con calidad el futuro en todos los ámbitos de la vida personal y profesional. En consecuencia, apelar a estos preceptos tiene el cariz de ser básico y transcendental en la cimentación de los pilares de la sociedad.
          Sin ninguna duda, el siglo XXI está siendo la centuria de una nueva revolución. La globalización de la indignación como estado anímico de la población mundial no es más que el resultado de las sacudidas que social, política y económicamente subyacen en este tiempo en el que transitamos.
             Tal vez por tantas convulsiones es por lo que somos incapaces, esta sociedad, este país, es incapaz de atemperar los nervios para reflexionar. Muchas veces sólo desde la catarsis surge el dictamen más acertado. Por ello, entiendo que pueda más el cabreo general y la rabia que la complacencia o el análisis racional; pero en este mundo existe una bendita profesión que debería saber acompañar en el camino de quienes contradicen informaciones pulcras.
            Está bien, muy bien, que el mundo se mueva por sentimientos pero a veces el raciocinio debería poder mucho más que la tormenta de abrazar ideales, a veces tan irracionales y triviales como los que se gestan en el fanatismo.
                Todo esto debería ser el ideal del ser humano pero mucho más trascendental entre quienes retratan la realidad que quedará plasmada en la historia: los periodistas.
               Enfada mucho si tienes el anhelo de querer contar noticias, sólo contar noticias, observar y escuchar palabras y comportamientos más próximos a la servidumbre ideológica que al excelente oficio de plasmar la realidad.
                 Tamizar todas las informaciones desde atalayas de una sola dimensión  convierte en apologistas a quienes, por desgracia, (sí por desgracia), han asumido encantados la autoría de dibujar contornos del paisaje con trazos de confusión en el camino de asumir que vivimos el periodo de construcción de una nueva sociedad.
                  En vano detallaríamos infinitas informaciones, pero estos días la noticia del fin de ETA, el asesinato de Gadafi o la retirada de tropas estadounidenses de Irak han sido retratadas desde perspectivas indignas de periodistas que asumen encantados el rol de protagonistas.
               Duele ver como naufraga el periodismo a borbotones, duele y mucho a quienes soñábamos con vivir con la humilde tarea de participar en edificar un nuevo mundo. Y duele saber que cada día se envilece más la profesión por el vil interés de sólo un puñado de personajillos. Ellos, sólo ellos, serán los que ganen su contienda mientras la prensa continua apartada del espíritu pionero del nacimiento de la otrora noble profesión periodística.

lunes, 17 de octubre de 2011

EL ORGULLO DE UN LEVANTE LÍDER DE PRIMERA DIVISIÓN

            No resulta fácil crecer entre la adversidad, no resulta fácil mirar alrededor y descubrir que las ensoñaciones alimentan el alma en tiempos donde el ánimo globalizado es la indignación. No, no es fácil sonreír ante el permanente histerismo social, los desmanes políticos, el desvarío económico. No, no resulta fácil sacar pecho, alzar la barbilla, mirar al frente y alegrarse por vivir.
         Si el siglo XX fue el cambalache del tango de Gardel, el siglo XXI es la locura desbordada. Pero entre tantos fanatismos irracionales y tanto raciocinio corrompido encontrar un germen de ilusión es una brisa fresca singular, brillante y altamente recomendable para acunar tanta desazón.
         Ante el declive en creencias ideológicas, religiosas, políticas, filosóficas o culturales, el vínculo indisoluble que siembra la pertenencia a una entidad futbolística se adjetiva de forma contradictoria. Para unos será “el opio del pueblo”, para otros, será  la rueda de salvación entre tanto quebranto.
             A veces la identificación con un club representa todo un ideario de valores y principios. Muchos hablarán ahora del Levante UD por ser colíder de 1ªDivisión, muchos subirán a la espiral de triunfo que tan buena acogida tiene en esta superficial sociedad que nos ha tocado transitar y donde parece que únicamente la élite tiene cabida. Sólo unos pocos entenderán que estas semanas un grupo de aficionados a esto del “futboleo”  adornen sus balcones, tertulien a la orilla del mar, sonrían e incluso se ensimismen con imágenes, se pierdan entre chistes y disfruten. Sí, disfruten.
         El Levante UD es un club que ha estado casi obligado a vivir en clandestinidad permanentemente. Tiene en su historia varios “pecados”: nacer junto al mar, ser hijo de un barrio de pescadores o disponer de una semilla políticamente incorrecta en su ideario. Sí, el Levante fue quien abrió el fútbol a la ciudad de Valencia como Cabañal FC. pero para poder ser admitido en el señorío feudal hubo de unirse al equipo de la parte noble de la ciudad, el Gimnàstico. 
           Desarraigaron al Levante de su raíz para proceder al artificial nacimiento de una entidad que sí mereciera el beneplácito de la parte rica de la ciudad. Los aficionados emigraban cada semana de su barrio junto al  mar para poder ver en acción a su equipo que ya tenía otros colores y otro nombre. El norte pudo más, como casi siempre, el poder pudo más, la riqueza pudo más. O al menos eso creyeron y eso dejaron que creyeran los que debían hacerlo, aunque parece que no fue del todo así porque fue el pueblo del mar el que siempre con su fidelidad permitió la subsistencia de la nueva entidad. Sus vecinos recurrían a tranvías, autocares o bicicletas para acompañar a su equipo en su peregrinar para ser merecedor de los parabienes que sólo podían recibir si demostraba su “valencianía”. La gente de la mar poblaba la grada mientras en la preferencia los ricachones encendían su puro y se sentaban en sus sillas de madera a presenciar lo que ese grupo de chavales venidos de la zona más costera de la villa era capaz de hacer.
         No fue el único intento de conquista. Un desvarío de triquiñuelas de la gente de alta alcurnia que controlaba el nuevo club dejó de nuevo en la ruina al Levante UD allá por los años 70 y otra vez el ansia de los mandamases políticos y económicos de la ciudad dejaron huérfano al equipo. Le construyeron un estadio en medio de la huerta, entre la “marjal”, las acequias  y el bancal crecía un desangelado campo de fútbol. Otra vez el desarraigo.
             Ante tanta adversidad, sólo un grupito de seguidores seguía fiel. Sólo unos centenares de familia mantenían vivo el espíritu del Levante UD.  Después de décadas de sequía victoriosa y padecer el abandono de los poderes de facto de la ciudad un grupo de fanáticos consigue que el equipo comience a relucir; pero la fatalidad no contenta con ensañarse con la decana entidad futbolística en otras épocas vuelve a rugir para dejarla herida de muerte. Vuelve el pueblo donde nació el club a salir al rescate a pesar del caudillismo con el que se pretende manejar al club. Se intentará una nueva conquista, el ideario socio-cultural-ideológico y político de la entidad tendrá que ser aniquilado si quiere sobrevivir. Esa es siempre la consigna.
           Pero ante morir o vivir, se cederá.. El levantinista de cuna cederá el terreno para que un grupúsculo de personajillos presuntuosos “compren” sus valores, los maquillen e incluso los envilezcan bajo la melodía de la supervivencia.
             El objetivo renacer. Así lo hace los últimos años. En la cúspide la burguesía valenciana del siglo XXI, en la grada como siempre el pueblo. Se ha logrado una pacífica convivencia porque ahora sí, se ha atemperado el ímpetu victimista que se extendió durante décadas entre muchos seguidores, se ha cedido a campañas fariseas políticamente correctas, se ha maquillado la historia ya vivida para poder sobrevivir. Otra vez pagar o morir.
           Aunque la verdad, les hemos dejado entrar para que nos auxilien porque hay principios incandescentes, invisibles pero perennes. El pundonor, el esfuerzo, la solidaridad, la humildad, la honestidad, la ilusión, la laboriosidad, con estos mimbres un equipo con 102 años de historia escribe sus páginas más brillantes hoy. Y esos precisamente son los factores que estamparon los que fundaron este club.
              Generaciones enteras han marchado dejando estos valores como legado para que hoy, sus nietos vivamos entusiasmados, en tiempo de crisis de pensamiento, ideas y terremoto político-social, el orgullo de percibir el aroma del éxito y el triunfo que supone para el viejo pueblo del mar ver a su equipo mandar en el universo futbolístico nacional.
            Así es la gente del Levante, así recuerdan los mayores la historia y así hoy, pese a quien le pese, la he querido plasmar en este rincón. En recuerdo de aquellos que fueron sonrojados por su afición a esta hoy, exitosa entidad.
           Muchos no entenderán nada pero otros verán reflejada aquí su versión de la historia de un club que vive en este otoño de 2011 obnubilado por la satisfacción imprevista que recibe hoy por su pertenencia a la familia futbolistica que manda en el país: la familia levantinista.

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