domingo, 30 de diciembre de 2012

ADIÓS 2012


Qué quieren que les diga, no está nada mal que de una p….. vez acabe este 2012.

            Hay épocas difíciles, hay momentos complicados, pero hay rachas que necesitan superarse aunque sólo sea desde la regeneración que supone únicamente un cambio de número en el calendario.

               No seré yo quien considere que el destino es irremediable o que el futuro nos viene dictado sin resquicios para su redirección; sin embargo, sí puedo aceptar después de constatar con hechos lo acaecido los últimos meses que mucha de nuestra felicidad nos viene dada (o nos viene robada) por elementos de lo que magistralmente Cruyff definió como “el entorno”.  Oso incluir aquí aspectos intrínsecos de la vida como la enfermedad, aunque muchas personas que tienen mermada su salud sonríen y transmiten una paz y fuerza que muchos quisiéramos disponer 365 días al año.  

         Pero sí, parece que este 2012 se aleja. Parece que, por una vez, el inexorable paso del tiempo va a ser un anhelo de esperanza, una ilusión turbia, aunque no soy yo quien pueda ofrecer dosis de optimismo cuando estos últimos doce meses se cierran con más indecentes decisiones políticas que vulneran los derechos constitucionales de humanidad en sanidad, educación, derecho al trabajo o a un hogar digno.

            Dignidad. Eso que tanto hemos llegado a echar en falta en este 2012. Dignidad para respetar y no atacar; dignidad para crear y no destruir; dignidad para educar y no censurar; dignidad para retratar  y no engañar;  dignidad para asumir responsabilidad  y no para trivializar; dignidad para condenar y no para condonar deudas y pendientes; dignidad para vivir y dejar vivir y no para enturbiar y castigar en grisáceo el mañana.

           Así que, vamos a intentar decir adiós al 2012 con la única esperanza que el abatimiento se convierta en coraje, que el mañana no sea tan efímero como el descrito hace 100 años por Antonio Machado en el retrato de una España demasiado fiel a la que por ahora transitamos en pleno siglo XXI:

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta. (El Mañana Efímero)

            No soy yo un símbolo de optimismo en estos días aunque es cierto que, como no hace mucho me dijo un buen amigo, “la vida es una mierda pero mucho peor es no vivirla”. Puede que sí, por eso con el adiós al 2012 y la llegada del 2013 habrá que intentar quedarse con “aquellas pequeñas cosas que…

Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas

que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
(Serrat).

             Pues eso, lloremos cuando nadie nos ve, pero recordemos todas “aquellas pequeñas cosas” porque tal vez, sólo sean ellas las que nos permitan un 2013 con la ilusión de ver que:

“Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea” (El mañana efímero –Antonio Machado).
          Porque al fin y al cabo, los sacrificios  y luchas colectivas que serpentean las llamas para abrir luces, nunca quedaron trabados en la vereda. Y siempre la sociedad que cree en bondad dispondrá de más fuerza que los apóstoles de la mezquindad.

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