viernes, 12 de julio de 2013

EL "CAMPUS IBORRA" UN MODÉLICO CAMPUS DE VERANO


       Entre los cambios que nos ha tocado experimentar en esta revolución social que está siendo esta década del nuevo siglo XXI se incluye el “recorte” del periodo vacacional. Qué lejana se evoca aquella época cuando eran dos o tres los meses de asueto al menos entre los más jóvenes.
 
      Hoy, si se dispone del privilegio de tener trabajo, se ha convertido en un problema familiar el cierre de los colegios el mes de julio para los pequeños. Porque no siempre los abuelos pueden abarcar tanto y no siempre las economías permiten semanas de campamento, intercambio internacional de aprendizaje de idiomas, etc. 
 
       No obstante, son muchas las escuelas que programan actividades en esta época estival en la que ya proliferan los campus temáticos. Los que se centran en el fútbol se han convertido en este cartel en una excelente alternativa.

     Se trata de eventos que se centran en recuperar el fútbol en esencia y alejar a las nuevas generaciones de ese corrompido ámbito que parece que es en lo que se empecinan algunos en querer convertir este deporte.

     Sí, es cierto que hay cientos de campus como hay decenas de futbolistas, técnicos o clubes que organizan esta actividad;  pero yo, estos días, he podido constatar que existen apasionados futboleros que honran el espíritu de aquellos pioneros que iniciaron este juego de dar patadas a un esférico para conseguir crear  un “espectáculo” que ha aportado más a la globalización del planeta bajo un mismo manto, que infinidad de eventos.

       La película “La Gran Final” dirigida por Gerardo Olivares refleja en tono de comedia y con tintes de surrealismo la universalidad del fútbol.


         En nuestro territorio estas semanas, hay decenas de campus y cientos de escuelas de fútbol que seguro pueden ser identificadas desde esta perspectiva pero yo no voy a ser objetiva y hoy voy a lanzar mi aplauso al Campus al que, da mucho más que su nombre, un futbolista que identifica en su persona unos valores que, no importa dónde le lleve su destino profesional, siempre quedarán labrados en los genes del mejor LevanteUD de la historia.

        La imagen de Vicente Iborra celebrando un gol granota en el estadio de Mestalla o su estampa  en lo más alto de la fuente de la Alameda totalmente enfervorizado tras conseguir el equipo la clasificación para competición europea serán para siempre recuerdos fotográficos de una entidad centenaria.

       Pero "Ibo" es mucho más que un jugador del LevanteUD. Comprobar cómo cuida cada detalla para transmitir su pasión por el fútbol a los más pequeños ha sido todo un lujo. Porque el centrocampista de Moncada demuestra cada día que esos principios que todavía otorga a este deporte el valor emocional de una actividad que apasiona a millones de personas son intrínsecos a su personalidad. Por eso no importa qué colores defienda en su futuro profesional, su vocación futbolística es tan noble como verdadera y  su buenhacer enorgullece a los que creen en la nobleza de este deporte.

       Y estos son los conceptos que están inculcando todos los monitores del Campus Iborra a los más de un centenar de niños y niñas que participan en esta escuela estival a la que “Ibo” no sólo ha cede el nombre.

       Su grupo de colaboradores, formado por poco más de una docena de entrenadors-pedagogos y por la perfecta organización que desempeña Luís Navarro han asumido el reto de, no solo proponer una actividad estival con la que “entretener” a los pequeños entorno al mundo del fútbol durante una semana.

        Aquí el fútbol es solo la excusa. Enseñar a perfeccionar fundamentos técnicos, desarrollar conocimientos tácticos, mostrar cómo lanzar un penalti o quitar el miedo a los más menudos a rematar de cabeza son solo un minúsculo del libro de enseñanzas que el Campus Iborra ha ofrecido a sus alumnos.

         La labor pedagógica incluye inculcar conceptos como la solidaridad del trabajo de equipo,  el fomento de la convivencia entre compañeros, aprender a competir, a ganar y a perder, pero siempre desde un trato que potencia el desarrollo potencial del niño.

       Todos esos argumentos no sólo son un perfecto eslogan de campaña, son las nociones que intentan imbuir a los asistentes estos días a las instalaciones de “La Pelosa” de Moncada. Esa es la única realidad que cualquier familiar de los jóvenes participantes en el Campus Iborra puede verificar.

      Y estas iniciativas merecen el elogio y la felicitación. Enhorabuena a todas las empresas colaboradoras, a Torneo Sport como entidad organizadora y a Vicente Iborra. Ellos han conseguido arrancar el gesto más definitivo de lo que es la felicidad: la sonrisa de un niño.

          Los padres les han “cedido” unos días el bien más valioso de que disponen: sus hijos y ellos han respondido bordando en felicidad cada hora disfrutada por ese centenar de niñ@s que han tenido la enorme suerte de adquirir los valores de un fútbol que, por mucho que se empeñen en demonizar algunos colectivos (futboleros incluidos) no lograrán vencer mientras exista gente como los que estos días han hecho feliz al centenar de participantes en el Campus Iborra.

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