lunes, 23 de septiembre de 2013

LAS SOMBRAS DEL OTOÑO


      Se cataloga de conservador aquel que teme a los cambios cuando, independientemente del miedo a una nueva aventura, el temor está ocasionado por la necesidad de crear o diseñar una nueva rutina. Repetir los hábitos supone un estado acomodaticio en el que muchos necesitan reposar, en contraposición con aquellos espíritus que disfrutan con la excitación que supone hacer frente a una nueva etapa, emocional, laboral, vital…

      Para los que nos genera anhelo las alteraciones a la rutina, la llegada del otoño siempre está acompañada de cierto desasosiego, mucho más que la primavera que con su vislumbrante luz siempre representa un nuevo renacer. No en vano, es entonces cuando florecen las flores que ahora mueren.

      Porque muchas cosas perecen con la caída de las hojas, el sol pierde parte de su resplandor, el mar rompe su calma estival y el estrés se extiende entre la sociedad e incluso se hace latente entre los más de 6 millones de personas que cada mañana amanecen sin tener establecida una rutina por la masacre laboral que la crisis (y el despropósito de la clase política en muchos casos) ha convertido en desempleados.


      No, no se percibe el otoño como una buena época. El invierno será largo, entonces las rutinas estarán ya establecidas y aunque la ansiedad y el ritmo social y laboral sea frenético, las costumbres siempre resultan fuertemente establecidas. Pero y ¿mientras tanto?, esperar provoca la misma zozobra que el desasosiego de implantar costumbres.

     Pero, incluso a los moñas tendentes a la nostalgia o la morriña con la llegada del otoño, el cambio de estación nos obliga a lo que Spencer Johnson definió como  “cambiar quesos” en el libro publicado en 1998 “¿Quién se ha llevado mi queso?”, conscientes que las incertidumbres se despejaran y que la resistencia al cambio temiendo lo peor, solo supondrá la pérdida de energía  necesaria y válida para llenar el granero del invierno cuando la despensa se necesitará llena de muchas cosas, la mayoría de ellas no materialmente cuantitativas.

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