Hace unos días escudriñando en redes sociales encontré un artículo
que bajo el título “Literaterapia: escribir para sanar tus heridas” supuso una
muy grata sorpresa. A partir de ahí confieso que he investigado y he leído
mucho al respecto.
Siempre había pensado que mi afición a escribir de forma
desaforada en momentos de desasosiego o euforia era una terapia muy singular;
sin embargo, cuál fue mi sorpresa al conocer, gracias al artículo mencionado
anteriormente, que esa costumbre no era algo singular (¡ay, siempre mirándonos
el ombligo!), es un recurso extendido las dos últimas décadas como terapéutico
en psicología y recibe el nombre de literaterapia.
Margarita Terragona, académica de la Universidad Iberoamericana,
expone en el mencionado artículo que "la utilidad de escribir situaciones de
inestabilidad tiene un impacto muy favorable a la persona que lo hace y si es
de manera diaria, durante un lapso de 10 días, logrará verbalizar pensamientos
profundos y plasmar aquello que sintió en el momento del evento, cómo vive y
todas las emociones y reflexiones que derivaron del suceso que describe para
sentirse mejor".
En este cambalache de época que vivimos donde el ritmo frenético
provoca constantes bandazos en el barco con el que afrontamos nuestra personal
travesía, el recurso de la literaterapia
ofrece la posibilidad real de soportar mejor las tempestades. Sobre todo en
personalidades introvertidas en las que cuesta en exceso expresar sentimientos
o manifestar ideas sin rubor. En ellas es mucho más cómodo interiorizar
preocupaciones, inquietudes e incluso alegrías, que exhibirlas, aunque sea esta
una insana costumbre.