sábado, 12 de octubre de 2013

LA "BONITA VIDA" DE MARÍA DE VILLOTA MERECÍA MÁS


Que bonita la vida
que da todo de golpe
y luego te lo quita
te hace sentir culpable
a veces cuenta contigo
a veces ni te mira
pero..
Que bonita la vida
cuando baila su baile
que se vuelve mald
cuando cambia de planes

    Así canta Dani Martín a la vida en su último trabajo y cuánto de reflexión te ofrece escuchar esta canción junto a la orilla del mar,  a pleno sol o con las nubes que estos días inundan ya el cielo otoñal del Mediterráneo. Así, teniendo todo y quitándolo de golpe se le ha ido la vida a María de Villota. Quienes siguen este desván de emociones que es “Mi Mundo”, ya sabrán de mi poca estima por el deporte del motor. Sí, arriesgarse esa “bonita vida” por el hecho de experimentar la emoción del riesgo no encuentra acomodo en mi personalidad, tal vez porque son excesivos mis temores o puede que sea por ese pavor a perder algo que, tras titubear con su pérdida, se asimila como un regalo poseer.

     De este modo entendió  el rato extra que la vida le ofreció  la piloto madrileña que pereció solo unas horas antes de presentar al mundo su obra literaria que ahora pasará a ser un libro póstumo que apunta a éxito de ventas (cómo le gusta a la sociedad un drama), “La vida es un regalo”:  "Y un día te das cuenta de que vivías dormido, pasabas a ciegas y sentías a medias. Si un accidente no ha parado en seco tu vida, vive soñando, pasea observando y ama apostando. Si un accidente ha parado por un momento tu vida, sabes de lo que estamos hablando. Este libro es para nosotros", es el preámbulo del relato.
    Transitar por este camino que es la vida parece algo tan natural que se nos olvida que es algo muy singular y que debe ofrecer muchos más disfrutes que los que percibimos. María lo entendió así y tal vez por eso, la parca decidió arrebatarle la fuerza que transmitía. A veces causa irritación compartir mundo con personalidades que disponen de la capacidad de relativizar preocupaciones para disfrutar del valor de un paseo, un paisaje, un amanecer, un rato de compañía, un gesto, unas palabras…

     El monologuista Dani Rovira escribía recientemente en twitter, “una de las grandes enfermedades en este país es la intolerancia a la felicidad ajena”, aunque habría que expandir que se trata de una “enfermedad” extendida  a todos los países, todas las personalidades y todas las civilizaciones.



       No, no agrada llegar a conocer el valor real de lo que es poder presenciar cada día un amanecer. No gusta que haya personas que adquieran la capacidad de extender su cuello cuan jirafa para observar desde otra perspectiva el regalo de saborear los detalles.

      María lo consiguió  y fue capaz de contagiar durante el “extra” (como definió su familia) de año y medio que ha vivido tras su espectacular accidente en 2012 con una incansable labor solidaria con varias fundaciones entre ellas la de Ana Carolina Díez Mahou orientada a ayudar a niños con enfermedades neuromusculares. E incluso el mismo día de su fallecimiento en Sevilla iba a participar en una charla para la Fundación “Lo que de verdad importa”.

      Solo por esa labor ejemplarizante, mucho más allá del valor de haber sido la primera mujer española piloto de Fórmula Uno, me genera tanta indignación otear los medios de comunicación y observar cómo de corrompida en emociones vive esta sociedad que nos acoge porque hoy María de Villota merecía el reconocimiento de todos, incluida la portada del periódico deportivo de mayor difusión en todo el Estado que se queda con la hernia de no sé qué jugador, pero claro, el chaval “ha costado” cien millones de euros y.... María solo luchaba ahora por intentar algún millón de esos para labores sociales.

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