viernes, 27 de diciembre de 2013

POR QUÉ NO RENDIRSE EN NAVIDADES


     Inmersa de pleno en las festividades navideñas, confieso que a duras penas he sido capaz de superar las primeras “celebraciones” sin querer huir, ha sido difícil controlar el ansia por desaparecer. No, no son buenos tiempos para la lírica como decía Germán Coppini, otro de los grandes que nos ha dejado estos días. Tal vez golpes así, “golpes bajos” en forma de llegada de la parca o sufrimiento por carencia de salud personal o de los familiares más queridos, es lo único que te ayuda a querer “celebrar” que estas aquí, viviendo, aun en una coyuntura donde las estrellas ya no lucen igual ni en las noches de luna llena.

     Yo siempre he imaginado con ternura cómo serán estas fiestas en las grandes familias donde los primos son de todas las edades y hay hasta 3-4 conversaciones paralelas en reuniones que  solo se pueden llevar a cabo en estas fechas entre 3-4 generaciones.

     Morriña que será similar en aquellos lares donde la Navidad es la única posibilidad de unión. A mí lo de “vuelve a casa por Navidad” del anuncio de turrones de “El Almendro” me caló desde pequeñita, siempre fantasee en cómo se puede sentir en esos contextos el reencuentro con los seres queridos. Desde luego las Navidades se envuelven ahí de un sentido de emotividad que ha de ser especial.

     Pero como servidora no vive esas experiencias, las Navidades solo son una pesadilla. Una mala época que  solo adquiere rayos de ilusión si las vives y contemplas a través de los niños. El estrés de ir al circo, al cine, a la feria, al teatro, a ver a Papa Noel o a los Reyes Mago y vivirlo tras recuperar el disfraz de la infancia es lo único que hace llevadero estos días. Aunque la mirada atrás siempre lleve implícita la nostalgia de una época que no volverá por el inexorable paso del tiempo.

sábado, 21 de diciembre de 2013

LA MUTILACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XXI


     Son tantas los  comentarios que ha originado la Ley del Aborto de Gallardón las últimas horas que no pretendo con estas letras sumarme a la marabunta de disertaciones que seguro están mucho mejor argumentadas y razonadas que esta propia. Yo solo quisiera trasladar el pellizco emocional que como mujer y como ciudadana de este país me provoca la involución  que en la libertad de la mujer, en particular, y  en la sociedad, en general, supone esta nueva ley. Una coyuntura en la que hay muchos, tal vez demasiados, culpables, las mujeres también.

     No voy a lanzar únicamente aquí mi ira sobre el ministro de Justicia, el Gobierno o el PP, la complicidad silenciosa de buena parte de la sociedad también es culpable del hachazo que se está perpetrando a las libertades en pleno siglo XXI en un país que se autodefine como ¿europeo y civilizado? (aquí también mis dudas). La permisividad con que observamos una tras otra las decisiones gubernamentales que representan el retorno a niveles de libertad social y personal de décadas del pasado siglo XX ha pasado de preocupante a escandalosa.
    
   Si pasa en otros ámbitos no era de extrañar que, más pronto o más tarde, el avance de la mujer en la sociedad también sería mutilado. El Aborto es solo una de las decisiones que están liquidando el progreso conseguido por el sexo femenino las últimas décadas. El siguiente paso será, como escuché ayer mismo en una de esas tertulias radiofónicas a un personaje derechón-derechón (fachorra-fachorra), limitar el acceso a la mujer al trabajo, posteriormente al estudio para acabar intentando crear una generación de chicas que casi idolatren lo bonito que es estar en casa, cuidar de la familia, visitar la peluquería y pasear por las calles céntricas de las ciudades.

    
     Sí, juro que escuché ayer mismo que era “necesario en tiempo de crisis que la mujer volviera a su papel en la sociedad: el de madre y esposa”. Ya que, según el personajillo, la mujer era la principal culpable de la crisis económica “por su empeño de estudiar, trabajar y robar así el rol del hombre”.

     Exactamente en esos términos fue su monólogo, lo recuerdo literal porque mi espanto fue tal, que casi provoca que me estampara contra un semáforo. Claro, iba conduciendo, otro de los “privilegios” que no sé yo si el tal personaje querrá limitar también a la mujer,

      Sí, amigos, en pleno siglo XXI en una sociedad que se dice civilizada, un determinado hombre lanza tales abruptos en una emisora de radio y automáticamente la presentadora es incapaz de lanzarlo de una patada en sus posaderas fuera del estudio.

      Hace pocos días tuve un impacto emocional similar, en este caso en la Universidad de Derecho de Valencia y en el transcurso de unas jornadas sobre Mujer y Política que, por cierto, magistralmente organizó AVAPOL y su presidente José Luis Sahuquillo. El tema a debate en ese momento era la mujer en política y los med-com.


     Pues bien, una joven periodista que ejerce su profesión en la sección de política de un periódico acaba su disertación alardeando ante los asistentes que ella había “adaptado” e “imitado” las actitudes de compañeros (hombres por supuesto) para hacerse respetar y que se valorara su trabajo. En este caso las palabras no son literales pero el mensaje era éste aquí expuesto.

     ¡¡¡Horror!!! ¿Imitar al hombre para que te respeten como mujer?, Ahí la clave. Estamos perdidas si para que se valore nuestro trabajo o nuestro rol social o profesional tenemos que renunciar a nuestros principios, cualidades, valores e incluso defectos.

     Allí me fue complicado controlar mi ira porque con esas palabras de una chica que confesó acababa de cumplir los 30 años, me percaté que la lucha de centenares de mujeres en los últimos cien años quedaba enterrada por actitudes como las de la joven periodista, capaz de renunciar a muchos de los principios y valores que lleva intrínsecos por el hecho de ser mujer para “entregarse”, por afán personal o por ambición profesional, al desempeño de “imitar” al hombre compañero.

      Me acordé de la película Tootsie, aunque en ese caso para triunfar Dustin Hoffman tuvo que adoptar el rol de mujer. Vale, los papeles estaban cambiados pero la imagen que yo dibujé en mi cabeza fue esa.

     Esta anécdota solo es un ejemplo, tal vez un grano de arena en este mapa social, pero actitudes como las de esta chica hacen que ya exista nuevas generaciones de chicas (no todas, jamás se puede generalizar), a las que eso de la defensa por los valores de igualdad de la mujer en el mundo les quede tan lejos que ya no respetan.

     Son mujeres que ignoran la lucha de personalidades como Clara Campoamor, Concepción Arenal, Victoria Kent, Federica Montseny, Emilia Pardo Bazán, Dolores Ibárruri o María Goyri entre otras. Sin percatarse que gracias a ellas, nosotras, hoy, estamos donde estamos.

      Solo por el respeto a ese pasado como mujeres deberíamos seguir con la defensa desgarradora del sexo femenino  en la civilización del siglo XXI porque el otro rol (el adaptarse al hombre) lleva a que sea un hombre el que se apropie incluso de nuestro útero (artículo de Julia Otero en EL PERIÓDICO: “Fuera de mi útero, señor ministro!)

viernes, 6 de diciembre de 2013

QUIÉN DEBERÍA REFORMAR LA CONSTITUCIÓN

     Algo  grave pasa en una sociedad que ocupa el Día de conmemoración del nacimiento de su Carta Magna, en la nieve o de paseo por la costa antes que identificarse con la ley que rige su cotidianeidad. Pero mucho más grave es el mensaje que lanza esta actitud para el sentir democrático ya que representa un desafecto preocupante de todo un pueblo por una Constitución creada bajo un consenso que, hoy por hoy, no solo no existe, sino que resulta imposible imaginar ante la beligerancia permanente que se ha adueñado de la clase política nacional, incapaz de recoger el relevo del grupo de constituyentes que apartaron rencillas por el bien del futuro de toda una sociedad.
      Que la Constitución fue en muchos preceptos un parche es real; pero no sería justo quedarse en ese argumento para despreciarla y abalanzarse bajo la que parece se ha convertido en necesidad urgente de reforma.
     Porque nuestra Carta Magna es muy mejorable y puede que incluso necesariamente mejorable en esta coyuntura del siglo XXI, pero también es cierto que en su ideario incluye un nivel de madurez legal y concepto de derechos fundamentales excelentes en su concepto. El problema, como casi siempre son las diferentes lecturas que ofrecen determinados preceptos y que solo han sido adulterados por interpretaciones de quienes deberían ser los gestores y administradores de las libertades pero que se han revertido en fundamentalistas de intereses personales y reminiscencias de ideologías próximas al autoritarismo de tiempos pasados.
     Celebrar el Día de la Constitución bajo la amenaza de reducción de derechos fundamentales como la libertad de prensa, el derecho de manifestación o de huelga, debería ser un acicate para que esta sociedad alzara su voz y abandonara en la vereda esa actitud de pueblo narcotizado.
     Sin embargo, hoy nos encontramos con informaciones como las que publica en su portada en el diario Levante-EMV y que ilustra este artículo. Y ante esta noticia y el día que la fatalidad ha convertido en protagonista a Nelson Mandela por su fallecimiento recuerdas una de sus frases: “No puede haber una revelación intensa del alma de una sociedad mas que en la forma en la que trata a sus niños”.
 
     No, la Constitución no es la mejor de las Leyes Fundamentales logradas, pero tampoco es justo su desprestigio o el maltrato que recibe por parte de la nueva clase política, indigna heredera de la potente generación que construyó la democracia en este país.

martes, 3 de diciembre de 2013

MI HUMILDE HOMENAJE A LOS QUE A MÍ SÍ ME REPRESENTAN


     El “no nos representan” del 15-M vuelve a tronar estos días en Valencia. El golpe a la libertad experimentado por todos los valencianos la pasada semana tras el cierre de RTVV ha alzado muchas conciencias y ha abierto el frente a varias reflexiones.  Una de ellas es la necesidad de la regeneración política.

      El caudillismo con el que los últimos cuatro presidentes de la Generalitat (Zaplana, Olivas, Camps, Fabra) han envilecido el aval que les otorgó (no lo olvidemos, les otorgó con mayorías absolutas) el pueblo valenciano en las urnas, ha resultado hiriente para toda la sociedad. También Hitler fue “bendecido” en las urnas y jamás se sufragará el dolor y la vergüenza que causó a su país.

      Sin embargo, este pueblo “meninfot” dispone ahora de la posibilidad de, perdida una dura batalla, no perecer en la guerra. Esta sociedad que solo parece reaccionar cuando se siente herida, los últimos meses está siendo bombardeada e incluso insultadas sus conciencias y ya le toca despertar. La actitud chulesca hoy del presidente Alberto Fabra (eldiario.es)  al “invitar” a los trabajadores de RTVV que le ”acompañen” en sus actos ante las protestas de los ciudadanos en sus últimos actos roza la desvergüenza.

      Pero las manifestaciones masivas (le pese a quien le pese) los últimos sábados en Valencia abre una luz a la esperanza porque la sociedad valenciana es “meninfot” pero cuando la atacan se defiende. La solidaridad mostrada por ejemplo en momentos como las riadas sufridas en este país muestran que sí, hay un caudal de germanor que sí existe aunque solo florezca cuando todo parece perecer.

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