domingo, 26 de enero de 2014

SIN LA SOLIDARIDAD DE GAMONAL, EL CABANYAL SIGUE SUPERVIVIENDO


     Hace días que barrunto trasladar aquí una reflexión donde he conjugado ira con tristeza, orgullo con desencanto. Con el fin de intentar poner distancia a ese torrente de contrapuestos sentimientos (difícil al referirse a las propias raíces) que originó en mi interior el efecto mediático que provocó el affaire del barrio Gamonal en Burgos he decidido esperar unos días, hasta hoy.
      La lucha de un vecindario por la defensa de su entorno ha demostrado a la clase política que una mayoría democrática en las urnas no significa un cheque en blanco. La solidaridad mostrada en muchos puntos del Estado por esta barriada ha sido plausible, pero muy envidiable para otro barrio que lucha también por su supervivencia como pueblo desde hace más de quince años y que, no solo no ha recibido la solidaridad más allá de sus “fronteras” si no que ha sido y es olvidado por la propia sociedad valenciana que, al fin y al cabo, es la suya: el Cabanyal, el barrio marítimo de la tercera capital de España, Conjunto Histórico Protegido de la ciudad de Valencia, declarado Bien de Interés Cultural desde 1993.
      Los vecinos el Cabanyal luchan por la supervivencia de sus casas y sus calles desde que en 1997 el Ayuntamiento de la ciudad acordara un plan de reforma para prolongar la Avda Blasco Ibáñez de  la ciudad hasta el mar, un proyecto que supone partir el barrio en dos derribando más de 1.600 viviendas.  Una situación que se agrava en 1998 cuando el consistorio aprueba la suspensión de licencias en todo el entorno del Cabanyal-Canyamelar.
Literatura reciente sobre el Cabanyal
      La lucha política se balancea entonces entre las decisiones gubernamentales y los tribunales. Pero mientras tanto, se han sucedido los derribos y se ha paralizado cualquier actuación de mejora en el barrio. Así durante más de diez años, hasta que llega 2010 para abrir el capítulo que parece ahora sí definitivo.

      En esa fecha el gobierno de Zapatero emite  una orden ministerial que insta a acabar con las demoliciones y con todas las actuaciones que suponen una pérdida patrimonial y consideraba ilegal el PEPRI (Plan Especial de Protección yReforma Interior).
 
        Desde Valencia, las Cortes contestan aprobando un decreto ley de urgencia que declara el PEPRI legal sí o sí. El gobierno central presenta recurso al Tribunal Constitucional que lo admite a trámite. Cambia el talante del Gobierno con la llegada al mismo del PP y el Ayuntamiento de Valencia cree encontrar la panacea para sus planes de extinción del barrio;  pero la decisión que abre el futuro al Cabañal se produce con la aprobación por parte del  Consejo de Ministros  en octubre de 2013 de la retirada de los recursos de inconstitucionalidad interpuestos contra el derribo del barrio   “a cambio de abrir un proceso de diálogo con la Generalitat valenciana y con el Ayuntamiento sobre la reforma de este barrio, que permita su modernización y el respeto al conjunto histórico”.
Ahora sí ya no hay vuelta atrás.

      Durante más de quince años se han sucedido las actuaciones políticas dirigidas a la destrucción de un barrio construido arquitectónicamente en calles paralelas y perpendiculares, de ahí el agravante que supone cortarlo en dos  para construir en medio de sus calles una gran avenida. Una pretensión de la Valencia burguesa que nace en el s.XIX, con el pretexto de disponer de mejores accesos a la Valencia marítima, o un acceso más cómodo que la Avda del Puerto por donde transitaban las mercancías.

        En 1883 Casimiro Meseguer propone un trazado que daría lugar a la actual Avenida Blasco Ibáñez y que terminaba a las orillas del actual barrio del Cabanyal, cuando éste todavía era municipio independiente.

     Aquel barrio donde en verano la clase burguesa valenciana se desplazaba a veranear junto a los vecinos pescadores, trabajadores del puerto o de los astilleros, donde Blasco Ibáñez paseaba (recomendable lectura de “Flor de Mayo”, donde las referencias al Cabanyal son continuas), donde Sorolla buscaba inspiración, donde nació el actor Rafael Rivelles, sí el Cabanyal-Canyamelar siempre  fue visto  con ciertas reservas por una ausencia de identidad de la sociedad valenciana con su idiosincrasia propia. La particularidad de un Cabanyal que disfruta con fervor sus propias fiestas, que dispone de una gastronomía singular, que vive en unos edificios construidos al amparo del modernismo burgués del s.XIX, que reza a sus propios patrones, que creó su propio equipo de fútbol y que se identificó como cuna republicana y siempre a la izquierda hasta que el crecimiento del desconcierto en las ideologías ha llegado a lograr que la derecha también haya ganado varias elecciones recientemente.
En recuadro el espacio que se pretende derribar
Así ha perdido el pueblo sus raíces. O tal vez, se las han intentado así destruir.

      Sí, el Cabanyal ha querido ser estrangulado muchas veces antes de aquel fatídico 1998, pero sus vecinos siempre lograron la supervivencia. Entre los vecinos jamás hubo lucha (inconmensurable y necesaria en esta defensa el trabajo de la plataforma Salvem el Cabanyal, aunque no siempre han sido elogiables sus decisiones); aunque sí se han originado muchas discrepancias, pero nunca, jamás, se ha vivido en enfrentamiento entre su gente. El amor al Cabanyal y a una misma historia era más fuerte que las diferencias ideológicas de la ciudadanía. El objetivo era uno: mantener vivo el barrio, que día a día era castigado con más decisiones políticas intransigentes con el único fin de su deterioro extremo, de conseguir calles inhabitadas, miedo entre el vecindario, suciedad, delincuencia.
     Sin embargo, el intento de convertir el Cabanyal en un gueto es imposible, y bien lo sabe Rita Barberá, por mucho que ella personalmente y su equipo de gobierno en particular, lleven años ensañándose con el barrio para intentarlo.
     Y en ello siguen, por mucho que parece ¡ahora sí! las últimas decisiones son incontestables.
     Pero también los vecinos seguimos aquí, sin decaer en la defensa de la tierra de nuestros padres y abuelos, de las calles donde más luce el sol de toda la ciudad por su proximidad al mar y donde el olor a sal a veces es innegable desde cualquier punto.
     Sí, ací sóm i ací estem. Sin la ayuda masiva de los medios de comunicación, sin el apoyo de otras sociedades en nuestra lucha cada vez que las excavadoras se han presentado en el barrio para destruir edificios emblemáticos, sin el apoyo contundente de ninguna vertiente política (sí, algunos partidos han votado en contra de su destrucción pero solo ahora parece que comienzan a ser contundentes en su defensa), sin ninguna manifestación pública de vecinos valencianos (con excepción de algunos colectivos como la Universidad Politécnica de Valencia, siempre muy sensibles con el futuro del distrito marítimo de la ciudad con varias presentaciones de trabajos, estudios y propuestas para su rehabilitación).
     El Cabanyal no ha tenido la “suerte” de Gamonal, pero poco ha importado.  Nos mantenemos vivos, en pie y con más fuerza que nunca, pero la unión es la fuerza por eso ¡qué envidia de los burgaleses, su solidaridad y su unión!