sábado, 15 de febrero de 2014

DE LA "HUÍDA AL TÍBET" A "EN LA ORILLA"


     Para todos aquellos a los que nos resulta casi imprescindible vivir sin el aroma y la brisa salada del mar, interiorizar las emociones que detalla Endika Urtaran en el libro “Huida al Tíbet” supone adentrarte en una aventura única y muy recomendable.
     Comencé la lectura del libro ganador del Premio Desnivel de Literatura 2011 hace unos meses. Era aquella una época en la que andaba cobijada en un cómodo entorno donde las emociones fluían sin dificultad, es cierto que los días pasaban igual que ahora, pero la losa de su inexorable paso marcaba huellas, pero no dejaba las heridas que lleva hoy cada amanecer.

     Asumir la lectura de un libro de aventura en la montaña desde la perspectiva de una amante del mar resulta complicado. Sin embargo, inmiscuirte en la lectura hace que mientras avanzas con cada página y la montaña pasa a ser un escenario de vida, te reencuentres con valores puros de supervivencia, solidaridad, amistad, amor…
     Son principios que ahora, ya en presente, has erigido  fundamentales por su ausencia en este entorno que,  ha dejado de ser una plácida laguna para convertirse en un permanente maremoto que enlaza ciclogénesis tras ciclogénesis (ese vocablo tan de moda el último mes).

      Aquel significativo párrafo del libro donde Endika escribre que  “en la sociedad actual está todo demasiado controlado, desnaturalizado. Vivimos bajo el cielo del aire acondicionado, recolectamos en el supermercado y cazamos animales hormonados y envasados. Las personas no estamos diseñadas para eso y la montaña es el único refugio que nos queda para vivir la auténtica vida, la apasionante, la de la naturaleza indómita y los peligros desconocidos”, está impregnado de certeza.
      Sin embargo hoy, ese párrafo, que hace unos meses personificaba la necesidad de vivir desde la verdad en contacto solo con la naturaleza, ha trasladado su vigencia a esta sociedad, la de aquí, la occidental, la nuestra, donde cada momento de supervivencia también se ha convertido en una aventura y donde los peligros casi diarios son desconocidos.

    Sucede con cada desahucio, cada pérdida de trabajo, cada paciente no atendido, cada recorte... Nuestros gobernantes han conseguido que la vida de la sociedad del siglo XXI sea apasionante sin necesidad de marchar al Tíbet a vivir con una indómita naturaleza.



      Disfruté mucho con la lectura del libro de Endika Urtaran pero hoy la aventura es la vida  que se contextualiza en el libro “En la Orilla” de Rafael Chirbes, sin duda desde mi humilde opinión, uno de los mejores libros publicados en el año 2013, premiado hace solo unas semanas con el Premio Francisco Umbral al Libro del Año.

     No es una obra fácil, es  una historia desgarradora por su poder identificativo con esta determinada coyuntura, la de una crisis que está metabolizando mentalidades, alterando principios e incluso quebrando ideologías, un mundo donde las virtudes y frustraciones percibidas son desgraciadamente demasiado fáciles de reconocer. Mucho más para un miembro de la sociedad valenciana.
      Confieso que dudé mucho antes de iniciar su lectura, simplemente por motivos emocionales. Fueron muchas las voces que definían “En la Orilla” como un relato pesimista y sí, es así, pero no es una fantasía la sociedad reflejada. No hay aventuras inverosímiles, el pesimismo del libro es el espejo del sentimiento diario de la población que habita la orilla mediterránea del Golfo de Valencia.
     El espíritu identificativo de muchos de los personajes y situaciones del libro con miles de los miembros de esta sociedad valenciana lo reflexiona magistralmente un excelente escritor y entrañable compañero, Gonzalo Naya, en su artículo “Descompre(n) sión” en su blog Caminando sin red
      Porque como escribe Rafael Chirbes  ““Uno tiende a pensar que la verdad de las personas aparece en los momentos decisivos, en el filo, cuando se bordean los límites. El momento de héroes y santos. Y, mira por dónde, en esos momentos el comportamiento humano no suele resultar ni ejemplar ni estimulante”
     Es en esos momentos (los hoy por desgracia reales), cuando parece que no queda  nada por qué luchar, pero es entonces cuando, intentas no dar  un paso más atrás y  puede que sea en ese momento cuando descubras que queda mucho por salvar, aunque es inevitable el desaliento.

Ojalá fuera posible fingirlo…

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