viernes, 21 de marzo de 2014

POR QUÉ Y PARA QUIÉN ESCRIBIR


     Nunca pretendí escribir para nadie, aunque he de reconocer que, desde que creo recordar, siempre escribí para alguien, un alguien que era solo yo. Todo iba dirigido a ese uno mismo que siempre nos acompaña, que a veces llora y ríe de forma inconsciente, ese duende que se rebela, ama y piensa cuándo, cómo y a quien le viene en gana dejando la mayoría de ocasiones nula capacidad de poder domesticarlo.

     Ése que se enfrenta y crea fantasmas a su antojo. Ese alguien a quien en momentos de cordura llegas a despreciar ante la incapacidad de engañarlo. A ése nunca me costó escribirle. Todo lo contrario, era casi obligado sentarte ante él para compartir estúpidos miedos, mostrar la cartera vacía cuando el precio pagado dejaba la despensa vacía de fuerzas y llena de solo de recuerdos  o cuando solo pretendías encontrar cobijo o compartir angustias, alegrías, llantos o carcajadas.

    Durante años y años fue ese “alguien” mi mejor amigo. Solo ante él (o ella) mostraba eso que como individuo jamás puedes enseñar del todo, bien porque la sinceridad tiene un alto precio en esta sociedad, bien porque el pudor lleva a todo el mundo a ser solo real en soledad. Sí, no importa que compartas todo con tu familia, amigos o pareja, siempre hay una imagen, un sueño, un sentimiento, una frustración,  o un hecho que solo compartes con tu otro yo, tu “duende”.

     Recuerdo una época (¡¡¡uf, hace ya tanto!!!) que encontré un recurso que me llevo a distanciarme de mi duende.  

     Eran los primeros años del apogeo de internet y proliferaban los nuevos medios digitales, uno de esos entrañables compañeros de viaje que en un momento dado te acogen bajo un manto paternalista en el momento de enfrentarte a la vorágine de la vida adulta iniciaba un proyecto en la red y me ofreció la posibilidad de escribir de forma periódica una columna. Era la época de apogeo de la serie Sexo en Nueva York y yo, que me confieso enganchadísima a la serie en ese momento,  adopté (salvando todas las distancias) la imagen de una Carrie Bradshaw a la española.

jueves, 13 de marzo de 2014

AHORA SÍ, LLEGA EL MOMENTO DEL ADIÓS


A mi casa durante casi veinte años:

     Siempre hay un final. Nacemos para morir, el invierno llega aunque no quieras, porque el mundo siempre saca su áspero envés cuando todo está a punto de perecer. Y todo perece.

     Mientras las cosas pasan, el felpudo recoge todas las excusas, calla todos los ruidos, cura todas las heridas y amortigua cada golpe, todos los golpes.

      Pero llega un día que no hay montaña que escalar, tapia que trepar ni precipicio al que caer, no hay nada por lo que luchar, porque más allá solo hay vacio.

      Ese día es la jornada en que se rubrica el final con una firma, una palabra o un gesto que marcar el definitivo adiós. Ya no hay compromiso,  el tiempo no se prolonga, todo queda extinguido, el futuro es incierto, el ayer no existe y el presente lo ocupa todo con el luto de la despedida. 
       Es el momento de marchar y entonces eres voluble, mudable y las circunstancias son a veces tan insoportables que la única solución es reflexionar sabedores que es necesario cambiar para sobrevivir pero antes, queda por hacer…

      Te emancipas de recuerdos, envías al desván imágenes, acomodas en el granero emocional  sentimientos, silencias el ayer, eliminas visibles inquietudes y así, ahora sí,  cierras un capítulo más de tu libro de vivencias, tal vez el mayor capitulo experimentado, el que ha hilvanado el argumento de años y años de vida y de emociones, de momentos excelsos y de ratos de sinsabor, de risas y de lágrimas. A todo ello le das el cierre obligado, sin parar que las últimas letras son borrosas fruto de las lágrimas del dolor del adiós.

      Porque esta vez no será un hasta luego,  no quedará dónde volver, no  habrá donde mirar, se desdibujarán los senderos andados, se borrarán secuencias, no se repetirá el hasta pronto. Ya no, es el final.

Este adiós no maquilla un hasta luego
este nunca no esconde un ojalá
estas cenizas no juegan con fuego
este ciego no mira para atrás
este notario firma lo que escribo
esta letra no la protestaré
ahórrate el acuse de recibo,
estas vísperas son las de después
a este ruido tan huérfano de padre
no voy a permitir que taladre un corazón podrido de latir
este pez ya no muere por tu boca
este loco se va con otra loca
estos ojos ya no lloran más por ti".
                                                                                 Joaquín Sabina
 
 

domingo, 9 de marzo de 2014

ABRAZO NOCTURNO


     La noche siempre había sido mi momento preferido del día. Era mi mejor lugar para el reposo, mi rincón del camino en donde aterrizaba esa pseudofelicidad que supone poder respirar profundamente y dejar  la mente vacía de esos más de 70.000 pensamientos que según los expertos se cruzan por nuestro cerebro cada día.
     Se cerraba la luz del día,  cesaban los ruidos, llegaba el silencio y  la oscuridad y justo ahí, en ese entorno, casi todo era posible.
 
     Sí, la noche siempre ha sido mi mejor momento. En la época estudiantil pasaba el día esperando que se marchara el sol y al amparo de la madrugada iniciar el estudio. Esa afición a leer a poca luz la sigo manteniendo. La lectura es casi necesaria durante todo el día, todos los días, pero ninguna aventura seduce tanto como al cobijo de la nocturnidad. En penumbra marchar en busca de aventuras, perderse en otros mundos y adquirir la personalidad de tal o cual personaje es un atractivo irresistible.
     Pero en época de metamorfosis es en la noche donde se cobija el miedo. Bajo el amparo de la luna, de repente surge tu mente circundada de recuerdos, tu universo se convierte en la evocación de momentos, gestos….



 

      No es bueno recordar de noche. La selectiva memoria solo para en detalles en busca del efecto balsámico a tanto desconcierto, sin tener en cuenta que ninguna escena vivida es perfecta más que en su evocación. La realidad siempre tiene tamices, porque casi siempre  la suerte es intangible en sus manifestaciones y ni las grandes catástrofes son del todo destructoras, ni el paraíso se convierte de repente en un infierno.
     La vida son detalles y todas las escenas están repletas de ellos. Por mucho que descoloca la revolución interior, en momentos de crisis personal es básico asumir con cautela la realidad para no someterse a la melancolía. Difuminar la angustia, encontrar los resortes para no instalarse en el desencanto y compatibilizar el cambio con la creación de una nueva cotidianeidad ha de ser el objetivo.

martes, 4 de marzo de 2014

POR QUÉ NO TRIUNFAN LAS PRIMARIAS

     No nos engañemos, las primarias en este país tienen bastante poca efectividad. Una España donde la democracia ha sido envilecida por la corrupción y los partidos políticos han derivado en colectivos donde cabe todo (y casi todos, capaces de alternar su militancia en tal o cual partido según su proximidad al poder), ofrece un escenario poco transparente para afrontar el espíritu democrático que subyace en la elección directa de los candidatos a los cargos públicos que, únicamente, deberían regir con dignidad la res pública.
      La idea yanqui es buena, muy buena, ofrecer a los ciudadanos la posibilidad no solo de votar cada cuatro años a sus rectores sino también de participar en la elección de éstos. Sin embargo, la cultura estadounidense (tan despreciada en este rincón europeo pero al mismo tiempo tan mimetizada) no ha arraigado en su plenitud, tal vez porque recurrir a los afiliados a un determinado partido político para tomar una decisión concreta solo deja abierta la  puerta de acceso a quienes ya andan convencidos en ideas e incluso identificados con personas.
     Algunos partidos han ido más allá y, ante el desencanto  de la ciudadanía por la política en una coyuntura de declive en factores mucho más preocupantes que la vivencia de una situación económica de crisis, han querido abrir sus puertas a la sociedad, esperanzados que el ocaso en ideas y principios individuales y sociales origine un bálsamo nuevo  que amortigüe el desafecto del pueblo.


Seguidores