miércoles, 20 de agosto de 2014

APROXIMACIÓN AL "CAMÍ DE CAVALLS"

     Siempre fui más de asfalto que de verde, mucho de brisa de mar y poco, muy poco, de monte y pinos. El senderismo en altura no llenó nunca mi tiempo de ocio, a mí me cautiva el paseo a orillas del mar, pero no me seduce el camino entre árboles y matorrales. Tal vez por temor a lo desconocido, quizás porque, nacida en el Mediterráneo siempre he vivido embrujada por su mar. Para mí el sendero es una travesía donde el polvo del camino es arena de playa.
     Sin embargo, a veces la vida te sorprende en un determinado lugar en un momento concreto. Es entonces cuando te lanzas a la aventura, sin calibrar, sin pensar y, hechizada por el entorno que te envuelve, aceptas el reto de afrontar una senda donde el único objetivo es cruzar hacia la siguiente roca, subir la próxima pendiente, superar esa cuesta y respirar, inspirar y expirar. 
     Llegar al final de la etapa debería ser el premio, pero la verdadera suerte es descubrir  que el verdadero regalo es el propio camino. Ese paseo que, aunque dificultoso, te lleva a vivir un abanico de sensaciones que inundan tu yo más interior.

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