martes, 3 de marzo de 2015

EL EFECTO "LINO"


     Florece de nuevo la primavera, la luz vuelve a ser radiante, el sol comienza a calentar y sin embargo, todo está en su mismo sitio, en ese mismo lugar que hace apenas unos días, unas semanas, unos meses...

      Sí, el mundo sigue rodando mientras perdemos, casualmente a la misma velocidad que giraba cuando ganábamos. Los días siempre se suceden con la misma lentitud o la misma prisa cuando ríes que cuando lloras. La gente, los que a pesar de mareas y tempestades, a pesar de la vida y de las preocupaciones, a pesar de los afectos y los desafectos, siguen aquí,  envejecen al mismo ritmo en invierno que en verano. Todo y todos somos los mismos hoy que ayer, pero, a veces, no importa el exterior, porque en ti ya nada es igual mientras todo sigue siendo lo mismo.

     Quizás fue un momento, un detalle, no recuerdas muy bien el día ni qué, cómo ni cuándo sucedió, pero tu mirada cambia, tu percepción está alterada y los sentimientos, Ay , los sentimientos!, algunos maduran, otros crecen, pero los hay que se esfuman y desaparecen casi con la misma fuerza con la que llegaron. Porque aquella inoportuna palabra o aquel feo gesto, que antes incluso en su versión más nociva era excusada por tu percepción optimista y encandilada, ahora se convierte en una lanza que hiere en ese espacio interior en el que todo duele.

    Y sin embargo, aquí estamos, con la necesidad de volver a empezar, con la esperanza de creer y con la obligación de continuar. Sumando días, acumulando decepciones, soñando con abrazos, creyendo en principios y valores, confiando en el ser humano, buscando sin saber qué pasa…mientras huimos.

    No importa las ganas que sientas de bajar del mundo, de nuevo toca cambiar el rumbo, indagar, buscar sentido...

    En el fondo todos somos fugitivos y tenemos mucho de ese  Lino que protagoniza la novela Absolución de Luis Landero.

     Al fin y al cabo, como Lino, todos vivimos con insatisfacciones y dudas mientras el mundo sigue rodando y nosotros buscando, y corriendo, para atrapar esa calma que han adjetivado como felicidad, aunque, como Lino, nos repitamos tantas veces  ¿Por qué la vida es así de rara, de arbitraria, de inhóspita?”
 

    Sin embargo, a veces, el mundo se equivoca y conocemos la satisfacción, pero también ahí, como Lino, en lugar de aferrarnos para retener el momento, la persona, el sentimiento, salimos con que  “¿Será posible que, al fin, haya logrado ser feliz?”.

    Al menos, eso es lo que hacemos los que tenemos un poco (o mucho) de Lino y nos empeñamos en, casi siempre, “buscar tres pies al gato” cuando “quizá el mundo no es tan azaroso y contingente como a ti siempre te ha gustado creer”. 

    Aunque, como Lino, nos olvidamos de vivir mientras nos empeñamos en “encontrar nuestro sitio en el mundo” cuando lo sencillo va a ser  “negociar con la vida y llegar a un pacto de mínimos, a un simple pacto de no agresión, tú no me das mucho y yo tampoco exijo más.”

    Pero, “cada uno es como es, cada quién es cada cual y baja las escaleras como quiere (Serrat)”….como sabe o como puede. Igual que Lino.

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